Músico de agradable voz pero, sobre todo, multiinstrumentista de ¿inexplicable? talento.
Score: 749 | 09/03/24 |
A Terrand siempre le han atraído el riesgo y la diversión, y seguir las normas le causa urticaria (aunque lo disimula muy bien). Proveniente de una familia adinerada dedicada a la hostelería -y cuyo rápido ascenso económico y social hace pensar a Terrand que algo turbio ha debido cocerse en el seno de los Scavale- desde pequeño ha renegado de lo que él consideraba una vida cómoda, sí, pero aburrida y dedicada en cuerpo y alma a seguir amasando más dinero.
Vive como artista itinerante, bardo contemporáneo, con una voz agradable pero, sobre todo, un talento inusitado a la hora de tañer cualquier instrumento. Quienes lo escuchan quedan sorprendidos y no entienden cómo no es famoso a nivel interplanetario. Pero él huye de la fama a gran escala, y prefiere que su "don" pase más desapercibido, por razones que nadie entiende.
Tiene un gran carisma y es capaz de hacer contactos en cualquier sitio al que va, aunque no es amigo de permanecer mucho tiempo en ningún lugar. Las actuaciones que se busca son suficientes para una vida holgada, sin estrecheces ni sacrificios, aunque no pueden compararse a la fortuna de su familia, de la que él prefiere hacer como que no existe.
**Cuando era niño y, sobre todo, ya de adolescente, se dio cuenta que era capaz de hacer cosas que los demás no podían. A veces, incluso de percibir más allá de los sentidos. Terrand intuyó desde el principio que era mejor no alardear de ello, pero no por vergüenza o miedo al rechazo, sino porque pensó que contar con una ventaja "secreta" adicional podría serle más útil para abrirse camino allá donde fuera. Merced a ello era capaz de destacar notablemente en numerosas habilidades físicas, como por ejemplo en deportes de pelota... pero se aburría. Ganar un día estaba bien, pero hacerlo continuamente era cansino. Y sospechoso. Y perder a propósito sabiendo que podría ganar usando un poco de su "suerte" era aún peor...
Estaba convirtiéndose en un chaval malhumorado, gris y desmotivado hasta que conoció a Harling. Harling era el nombre artístico de Ulienna Karhos, una músico de cámara que se ganaba la vida haciendo pequeñas actuaciones privadas para la alta sociedad. Harling tocaba la vihuela de trompas, un raro instrumento de su planeta natal -según ella-, pero que Terrand estaba convencido que había ideado y fabricado la propia intérprete. Y es que sonaba como una mezcla entre viola, laúd y casi podría decirse que órgano, gracias a sus dos mástiles repletos de cuerdas y caja de resonancia con numerosos recovecos.
Harling estaba esa noche tocando en la inauguración de uno de los hoteles de la familia Scavale, contratada por el padre de Terrand, Alessios. Terrand, por supuesto, estaba obligado a asistir a aquel muermo de evento ya que, en palabras de Alessios, "debía aprender desde joven los secretos de las relaciones públicas si quería llegar a algo en esta vida". Terrand odiaba estos eventos con todo su ser pero, sin escapatoria posible ni otra cosa mejor que hacer, acababa prestando atención y aprendiendo la manera de desenvolverse de su padre. Y, más adelante, tuvo que reconocerse a sí mismo que fueron destrezas que le sirvieron mucho en la vida.
Mas esa noche no prestó especial atención a las corteses y desenvueltas maneras de Alessios, pues estaba fascinado por el sonido de aquel instrumento diabólicamente enrevesado y por la intérprete que, aparentemente sin dificultad, lo estaba tañendo.
La velada terminó y, en contra de lo que mandaban las reglas de las relaciones públicas que estaba aprendiendo, no se atrevió a entablar conversación con ella. O más bien no encontraba las palabras, pues su alma estaba todavía temblando de emoción tras los últimos acordes de la actuación. Detalle que no pasó desapercibido a Harling.
La suerte quiso que la inauguración del hotel consistiera en un evento de 7 días estándar de duración en el que se celebraban diferentes actividades, pero todas concluían con una velada con acompañamiento melódico a cargo de la vihuelista.
Y así, al final de la segunda noche, Terrand consiguió salir de su trance y presentarle su admiración a Harling. Al principio, Harling lo trataba simplemente con cortesía, pero Terrand, tirando de sus recientemente adquiridas habilidades sociales, fue capaz de ganarse su confianza. Para el final de la semana, se habían sincerado la una con el otro. Terrand se quejaba de que su familia hubiera sellado su carrera antes siquiera que él pudiera decidir sobre su futuro. Y estaba fascinado con Harling, su manera de vivir, su talento y, sobre todo, por poderse dedicar a la música, que Terrand acababa de descubrir como su pasión. Harling, por su parte, le intentaba insistir en que no es oro todo lo que reluce pero que, indudablemente, debía perseguir su sueño antes que vivir una vida cómoda pero vacía.
Harling, que sería 20 o 30 años mayor que Terrand (por alguna extraña razón Terrand era incapaz de determinar su edad con mayor exactitud), se empezó a despedir del muchacho puesto que al día siguiente tenía que actuar en otra zona del planeta, y se decía a sí misma que estaba ya un poco cansada de tanto trote. Pero ello no hacía sino fascinar aún más al joven Scavale.
La cara de decepción y angustia de Terrand ante la marcha de Harling no pudieron disimularlos ni sus más afectadas maneras y modales. Harling lo miró con ternura, esbozando una media sonrisa, y, sacando una tarjetita, se la tendió al muchacho. Era la dirección de un local en el que actuaba cada vez que había conjunción de las dos lunas, por un capricho del dueño (capricho que le proporcionaba unos ingresos fijos por los cuales estaba muy agradecida).
Y así, con una promesa y más determinación de la que había sentido en toda su vida, Terrand empezó su formación musical. Al principio se escapaba a hurtadillas para ver a Harling actuar, tomando "prestados" algunos de los vehículos de la familia. En cada encuentro, el éxtasis de la música daba paso, tras la actuación, a una apasionada conversación que poco a poco empezó a convertirse en una clase de interpretación, de teoría musical y de habilidades sobre el escenario.
Harling jamás permitía que nadie tocara su vihuela de trompas, pero con Terrand hacía una excepción. Era muy poco probable que nadie se diera cuenta de que el instrumento no podía sonar como lo hacía "usando sólo dos manos"; aún así, prefería no correr riesgos. Sin embargo, confiaba tanto en su joven amigo que no le importó que él intentara tañerlo... y la sorpresa fue mayúscula cuando lo consiguió.
Desde ese momento las clases de interpretación también lo fueron de perfeccionamiento de su "don" y de cómo conseguir la máxima discreción al respecto. Terrand, por fin, había encontrado a alguien que lo entendía al ciento por ciento, y el afecto que desarrolló por Harling era tal que, el día que desapareció, fue el peor de su vida.
Habían pasado los años; ambos tenían el contacto del otro y se mensajeaban con cierta frecuencia, especialmente para poder concertar sus "clases" cuando las actuaciones de Harling la llevaban cerca de la ubicación de Terrand. Pero ese día Harling, Ulienna, no contestó. Ni al siguiente. Ni nunca jamás. No fue a actuar al local de siempre en la conjunción de las lunas. Nadie parecía haberla visto.
Terrand recorrió todos los locales, escenarios y salones a su alcance preguntando por Ulienna Karhos, la músico del pelo claro recogido en un sempiterno moño bajo; Harling, la vihuelista de trompas, la mujer con más talento musical de este sector. Pero la respuesta a sus preguntas era siempre el silencio.
Ese fue el detonante definitivo para echarse al espacio. Harto de hacer de relaciones públicas y de las continuas monsergas de sus padres, un día simplemente se marchó. Tomó algunos de los instrumentos que había ido adquiriendo con los años (especialmente los que más le recordaban a la inigualable vihuela de trompas) y que tocaba ya con maestría. Tenía suficiente dinero para ir tirando, y sabía que entre lo aprendido con los Scavale y lo aprendido con Harling sería capaz de conseguirse suficientes actuaciones para vivir cómodamente. Y así fue.
Le preocupaba especialmente que su familia lo echara todo a perder (los creía capaces de montar un dispositivo policial interplanetario para encontrarlo), pero todo resultó ser mucho más fácil: simplemente se comunicó con Elda, su madre, al cabo de un par de días. Y le contó todo. Elda no lo terminaba de comprender, pero respetaba su decisión. Alessios, sin embargo, era más inflexible y estaba profundamente dolido con Terrand. En un arranque de testosterona y alarde de dramatismo, lo declaró oficialmente desheredado. Elda, sin embargo, le dijo que no le hiciera ni caso, que su padre estaba empezando a chochear, y que si alguna vez necesitaba lo que fuera no tenía más que pedirlo. Pero Terrand no quería la más mínima dependencia de su familia, especialmente de Alessios, y máxime cuando sospechaba que su riqueza se debía a algo más que a la excelencia de sus capacidades de relaciones públicas, por lo que no hubo ni una sola vez que tuviera que tirar del patrimonio familiar.
Aún de vez en cuando mantiene el contacto con su madre y sabe -por ella- que el negocio de los Scavale sigue marchando viento en popa, aunque la salud de Alessios está empezando a deteriorarse.